lunes, 2 de febrero de 2015



Historias del agua, es un blog creado para los más pequeños, inspirado en un libro de cuentos infantiles ,los cuales  son usados como herramientas didácticas para niños.

Gracias a este blog, donde podemos acceder cómodamente a los mini cuentos didácticos de una manera sencilla, y rápida y mucho más atractiva para los niños que el formato clásico de  los cuentos.

Con la creación de este blog queremos colaborar de alguna manera, para inculcar  a los más pequeños los valores como el cuidado del medio ambiente, o la concienciación de un uso responsable del agua.

GORGOÉ, EL ÁRBOL MÁGICO DE LOS OCÉANOS



En una pequeña isla de alguna parte del océano vivían las buenas gentes de Cancaguy. Eran un pueblo alegre y feliz, dedicado a la agricultura y a la pesca, pero desde hacía varios años, sus embalses estaban secos, y los pozos de agua subterránea que utilizaban para beber, y con lo que regaban sus campos, se estaban quedando sin agua. Así que estaban preocupados y solamente gastaban la necesaria. Vivían rodeados de agua, pero no podían utilizarla, porque era salada.





Una calurosa mañana, Bubur, príncipe de Cancaguy, salió con su hermanita Alim a pescar, en busca de alguna aventura y quién sabe si de algún nuevo pozo de agua. Recorrieron un largo camino y llegaron al final de una playa donde nunca habían estado.




Delante de ellos se levantaba un inmenso acantilado donde se abría una gruta. Entonces Alim le dijo a su hermano:
- Mira, Bubur, ahí hay una entrada. Podríamos ver adónde nos lleva.-
Los dos hermanos entraron en la cueva.






Pronto vieron una luz al fondo que les indicaba a dónde estaba la salida, así que se dirigieron hacia allí. Cuando llegaron al otro lado y salieron al exterior no podían creer lo que estaban viendo. En una pequeña y escondida playa, florecía un jardín de bonitos colores, y justo en la orilla de esta, un gigantesco árbol repleto de hojas se alzaba majestuoso.





Bubur y su hermana nunca habían visto un árbol de semejantes características; ni tampoco una playa llena de flores, pero había algo más que les llamaba la atención: junto al árbol, un pequeño cervatillo y otros animales bebían agua. ¡Agua del mar!





Bubur y su hermana se acercaron a la orilla, junto al árbol, y los animalillos salieron corriendo.
- ¿Te has fijado, Alim? Esos animales estaban bebiendo agua salada-.
Y no había terminado de decir esto, cuando su hermana pequeña dio un buen sorbo de aquella agua cristalina.
- ¡Uuuuhm, Bubur, está riquísima. Pruébala. Es dulce, no es como el agua del mar!-
- No digas tonterías - contestó Bubur -. Eso es imposible. Es agua de mar y todo el mundo sabe que el agua del mar es salada-.






-Así es – dijo de pronto el árbol dando un buen susto a nuestros amigos -. El agua del mar es salada, aunque se puede salar. No temáis, mi nombre es Ger y soy un gorgoé, el árbol mágico de los océanos.
Cada día, al llegar la tarde, algunas de mis hojas caen al agua y durante la noche absorben toda la sal que hay cerca de ellas. Después son arrastradas hasta la arena, donde se convierten en esas flores que veis.-






Bubur y su hermana no podían creer lo que estaban oyendo. Durante un largo rato, escucharon la historia de gorgoé, bebieron agua en abundancia y después corrieron a la aldea a contarle a su padre, el rey Bisar, todo lo que habían visto. Al principio los mayores se reían de Bubur y su hermana, pero era tan grande el entusiasmo de los niños, que decidieron ir todos al lugar donde decían estaba aquel árbol mágico que hablaba y purificaba el agua.






Y así es como a la mañana siguiente casi toda la aldea llegó a la playa cubierta de flores donde estaba el gorgoé. Todos se quedaron muy sorprendidos al ver un lugar tan bonito y aquel extraño árbol en la orilla del mar.
Bubur le dijo al árbol:
- Mira, Ger, este es mi pueblo y este es mi padre, el rey Bisar -.
- Hola, Bisar. Te saludo a ti y a tu pueblo – respondió el gorgoé -. Todo lo que te han contado tus hijos es cierto. Sé que sois buenas gentes y por eso nací aquí -.






Los hombres se miraron incrédulos; entonces Alim se agachó, bebió agua y exclamó:
- ¡Ven, papá. El agua es buena, es dulce, pruébala!-
El rey en persona bebió agua y advirtió que ciertamente era buena. Entonces todos bebieron y celebraron aquel regalo divino.




Pasó el tiempo y la felicidad reinaba de nuevo en Cancaguy, porque todos sus problemas con el agua habían desaparecido, gracias al gorgoé y a que sabían utilizarla con prudencia.




Pero pronto llegaron rumores de aquel árbol mágico al temido emperador Vidok de las lejanas tierras de Tartor. Tartor había sido una tierra verde y abundante, pero el malvado Vidok cortaba todos los árboles para construir barcos que luego cambiaba por oro, por lo que sus tierras estaban medio desiertas y secas.




Y como era un emperador ambicioso y había oído contar que aquel árbol proporcionaba toda el agua que uno quería, decidió verlo con sus propios ojos y se dirigió hacia Cancaguy en su barco, con su ejército de soldados.



Al llegar a la orilla, los soldados de Vidok, cuyos poderosos músculos eran conocidos a lo largo y ancho del océano, apresaron al rey Bisar y a todos los hombres de Cancaguy. Entonces el ambicioso Vidok obligó a Bisar a mostrarle aquel árbol del que tanto hablaban y el rey no tuvo más remedio que llevarles hasta donde se encontraba el gorgoé.






Una vez allí, el emperador Vidok bebió agua y puo comprobar que aquellos poderes que atribuían al árbol eran ciertos. Y exclamó:
- ¡Soldados, arrancad este árbol y cargadlo en el barco, nos lo llevamos a Tartor! –




- ¡No, por favor, se lo ruego! – Imploró el rey Bisar. – Hace años que no llueve y este árbol nos ha permitidos sobrevivir. Si se lo llevan, volveremos a quedarnos sin agua. –
Pero las súplicas del rey no sirvieron de nada y el emperador Vidok gritó tras soltar una carcajada:
- ¡En marcha, soldados, arrancad el árbol! –





El barco zarpó con el árbol a bordo sin que los habitantes de Cancaguy pudieran hacer nada para evitarlo. Todos quedaron muy tristes mientras la nave se alejaba hacia el horizonte llevándose el gorgoé.





Pero de pronto, se levantó una furiosa tormenta y todos vieron las raíces del árbol, como si de los tentáculos de un gigantesco pulpo se tratara, agitarse violentamente y golpear el barco, zarandeándolo en el océano, por lo que, como castigo, en unos segundos, se partió por la mitad y el gorgoé se llevó la nave y toda su tripulación a las profundidades del océano.







Y como fuere que los habitantes de Cancaguy siempre habían sido buenas y pacíficas gentes, pronto volvieron a tener agua para beber, porque en el lugar donde antes estaba el árbol mágico, volvió a crecer otro gorogoé, que como el viejo Ger, todas las tardes, dejaba caer sus hojas para que absorbieran la sal del agua, convirtiéndose en flores.





Y desde entonces todos vivieron felices y comprendieron que los gorgoé no se pueden plantar donde uno quiere, sino que crecen allí donde ellos eligen.



FIN